Don Juan Flórez Ocariz


En Sanlúcar de Barrameda y a los cinco días del mes de septiembre del año de 1612, vio la luz primera el nunca bien alabado autor de las Genealogías, cuarto hijo del matrimonio de don Domingo García Flórez con doña Micaela Ochoa Olariega y Ocáriz, entrambos cónyuges de muy limpia sangre y muy hijodalgos.
Catorce años contaba el muchacho cuando pasó a este Nuevo Reino invitado por don Juan de Sologuren, Contador de la Real Hacienda y marido de doña Juana Ochoa Olariega y Ocáriz, tía del joven emigrante; y esta ciudad de Santafé le recibió bajo sus aleros el 7 de octubre de 1626, según él nos lo refiere muy puntualmente.

¿Qué ocupaciones embargarían al doncel en este su nuevo domicilio? No lo hemos podido averiguar; quizá desempeñara algún modesto empleo en las oficinas de la Contaduría a cargo de su tío. De lo relativo a esta primera época de su estancia en Indias, sabemos solamente que en 1634 realizó un viaje a España, del cual regresó dos años después.

Nuevamente en esta ciudad, y ya mocito formal, pescó el sobrino a la sombra del buen tío Sologuren la plaza de Cobrador de las Reales Rentas en las Provincias de Cartagena y Santa Marta y ciudad de Zaragoza, oficio que cambio mas tarde por el de conductor (o mensajero, que diríamos hoy) de las remesas en metálico que periódicamente se enviaban del Nuevo Reino con destino a Cartagena, donde se embarcaban para España en la famosa flota de los galeones. En estos valiosos trajines anduvo nuestro remesero durante los años de 1637, 38, 39 y 40.

En el siguiente año de 41 le hallamos en la nueva actividad de Veedor y Contador de vestuarios y municiones de las tropas que condujo don Francisco Díaz Pimienta, General de la Real Armada de Tierra Firme, a la reconquista de las islas de Providencia y Santa Catalina, jornada que coronó gloriosamente el famoso Capitán español, pudiendo así regresar a Cartagena con su flota, la que ancló triunfalmente en la bahía el 6 de junio del citado año.

Como se comprenderá, la misión de Ocáriz en esta emergencia revestía un carácter meramente civil, y por lo tanto no es de suponer que el flamante Veedor y Contador se hubiera visto envuelto entre los fragores de la bélica tempestad. Por cierto que al mencionar el genealogista este servicio prestado por él a Su Majestad, dice que la jornada se emprendió contra los holandeses, cuando es un hecho el de que ingleses fueron y no holandeses los desalojados invasores de aquellas tierras insulares.

Terminada la feliz aventura reconquistadora, decidió nuestro héroe acometer un nuevo viaje a España, el cual realizó en el mismo año de 41, retornando al Nuevo Reino hacia el siguiente año de 42.
A fines de 1643 surgió ante la vida de Ocáriz un nuevo panorama que vino a ser determinante en su destino: la vida matrimonial.

Os presento, señores, a doña Juana Paula de Acuña y Angulo, damita que apenas coronaba sus doce primaveras y damita de mucha prosapia. Su padre, don Francisco Fernández de Acuña, Caballero del Hábito de Santiago, después de haber prestado valiosos servicios a la Real Corona en tierra y en mar, vino a este Nuevo Reino con el título de Gobernador de la Provincia de los muzos y colimas, empleo que ejerció brillantemente desde 1629 hasta 1634, para volver luego a España a prestar nuevos y calificados servicios al Rey, los que, finalmente, remató sirviendo la plaza de Contador de Cuentas Reales de este Nuevo Reino, donde murió.